Tras el final de la Segunda Guerra Mundial, Deggendorf se estableció como un campo de desplazados de tamaño medio, situado en el distrito alemán de Bamberg, que caía bajo la zona ocupada por Estados Unidos. En su capacidad, albergaba a unos 2.000 desplazados judíos, muchos de los cuales eran antiguos internos de Theresienstadt. Deggendorf es conocido por haber tenido una comunidad de refugiados particularmente activa que se dedicaba ampliamente a actividades sociales y culturales, formación profesional y rehabilitación de los que habían sufrido durante el Holocausto. Muchos no tenían hogares anteriores a la guerra a los que regresar, tras el devastador impacto de los acontecimientos en las familias y comunidades judías de toda Europa. En última instancia, los desplazados permanecieron en una especie de limbo en el que tenían que enfrentarse al repentino borrado de su pasado pero recuperarse de sus experiencias durante la guerra. Al mismo tiempo, tenían que hacer planes para un futuro a menudo incierto, en un nuevo Estado de origen. Como tal, Deggendorf sirvió como lugar seguro en el que los desplazados judíos podían recuperarse, establecer nuevas amistades o relaciones y planificar las siguientes fases de sus vidas. Como los reclusos anotaron en su "Libro de recuerdos":
"No tenemos motivos para tener miedo. Al contrario, podemos tener esperanza. Estamos en el camino de recuperar nuestra autoestima y basándonos en esto entramos en nuestra nueva vida, en una vida de libertad".
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En el campo se publicaron y distribuyeron periódicos y se creó una biblioteca, junto con una sinagoga, un grupo de teatro y una cocina kosher. De hecho, la vida judía comenzó a florecer de nuevo, a pesar de las difíciles condiciones de vida en las que se encontraban los desplazados. El campo incluso emitió y administró su propio papel moneda de "dólares Deggendorf". Asimismo, la Organización para la Rehabilitación mediante la Formación dirigía una escuela que ofrecía a los desplazados la oportunidad de formarse en diversos oficios. El primer director del campo, Carl Atkin, se unió a la UNRRA y se presentó para recibir formación en Washington D.C. el 12 de abril de 1945. El 23 de agosto de ese año, dirigió al Equipo 55 del UNRRA a Deggendorf. Su misión era clara: estabilizar el suministro de alimentos, controlar el hacinamiento, mejorar la depauperada infraestructura del campo, establecer un liderazgo democrático y gestionar las instalaciones de alojamiento. Carl y su equipo también intentaron enriquecer la vida cultural con conferencias, conciertos y diversas actuaciones. Como se documenta en el "Libro de memorias":
"Los largos años de esclavitud y discriminación provocaron un peligro de destrucción y el resto de nuestra cultura estuvo a punto de desaparecer. Pero con energía y voluntad un pequeño grupo de nuestra gente emprendió -poco tiempo después de nuestra liberación y llegada al Centro de Deggendorf- la reconstrucción de nuestra vida cultural. Habiendo adquirido un equipo inalámbrico, conseguimos unirnos a un gran auditorio en el altavoz, escuchando noticias, conciertos, óperas, etc.".