Bergen-Belsen
El campo de Bergen-Belsen atravesó muchos cambios durante su funcionamiento. Establecido en 1940 como un campo para prisioneros de guerra, se cobró la vida de decenas de miles de soldados soviéticos en su mayoría, además de miles de judíos, gitanos (Roma y Sinti), homosexuales y "enemigos políticos". En 1943, un sector del campo se reservó para prisioneros judíos. Allí, judíos de diversas naciones (incluyendo a Ana Frank) fueron encerrados en condiciones muy duras. En 1944, el campo fue oficialmente reclasificado como un "campo de recuperación", lo que significaba que los innumerables prisioneros que estaban demasiado enfermos o débiles para trabajar eran enviados allí. Cuando el campo fue finalmente liberado por los británicos en abril de 1945, tal era el daño que los nazis les habían causado a los prisioneros que más de diez mil murieron en los siguientes meses. Las barracas del campo fueron quemadas debido a la amenaza de una epidemia de tifus, pero en las cercanías se construyó el campo de refugiados más grande de la Alemania de la posguerra. Muchos refugiados, particularmente los judíos de Europa Oriental, permanecieron allí por años, incapaces de reconstruir una vida en sus tierras natales y sin el apoyo necesario para irse.
El campo estaba ubicado en un sitio pequeño, a aproximadamente sesenta kilómetros al noreste de Hanóver. Entre 1940 y 1943, funcionó como un campo de prisioneros de guerra para los franceses, belgas y para los soviéticos después. Un porcentaje reducido de reclusos sobrevivió a las duras condiciones del campo de esos primeros años, pero decenas de miles murieron por disparos, tifus o hambre. Tales eran las condiciones de esos prisioneros de guerra que existe poca información sobre su vida cotidiana y mucha menos información sobre las actividades musicales en las que podrían haber participado. Sin embargo, la situación fue muy distinta para los miles de hombres, mujeres y niños judíos llevados allí entre 1943 y 1945.
En 1943, una sección del campo fue cerrada para la llegada de miles de prisioneros judíos que supuestamente iban a ser intercambiados por ciudadanos alemanes retenidos por los aliados occidentales. Éste área del campo originalmente concentró judíos holandeses, franceses, belgas y noruegos. Puesto que iban a ser intercambiados o usados para propaganda, las condiciones de algunos de estos reclusos judíos fue inicialmente mejor que en otros campos: con frecuencia los encerraban con sus familias enteras y a algunos se les permitía mantener su ropa de civil. Pocos de los detenidos judíos fueron finalmente intercambiados. Sin embargo, la composición social de Bergen-Belsen difería radicalmente de la de otros campos de concentración. Al menos en un principio era relativamente homogénea, puesto que la mayoría de los prisioneros habían llegado con sus familias y vivían con personas que hablaban su mismo idioma. A veces incluso ubicaban a la gente con conocidos suyos de antes de la guerra. La mayoría de los funcionarios eran judíos y no eran delincuentes, como era común en otros campos. Estos líderes eran más indulgentes y daban mayor libertad de acción dentro de las comunidades. De esta manera, aunque las posibilidades para componer música eran limitadas en comparación con las de los reclusos que no eran judíos en otros campos, aquí los prisioneros judíos podían participar de una amplia gama de actividades.
Pocos documentos lograron sobrevivir para contarnos sobre la vida musical en el campo. Aislados testimonios de testigos y agendas personales atestiguan el hecho de que sí había composición de música informal, ya sea en forma de canto o interpretación con instrumentos cuando los reclusos podían mantenerlos con ellos. La composición de la población del campo garantizó también una rica vida cultural: las SS habían seleccionado un mayor porcentaje de familias con educación para reservar para un posible intercambio. Además, el gran número de rabinos incidió para que la actividad religiosa se mantuviera y esto casi siempre incluía música. En shabat o días festivos
a menudo comenzábamos con las tradicionales canciones de mesa de shabat (Zemirot). A pesar de que cantábamos temblorosos y en voz baja por los guardias, ¡qué felices estábamos!
De vez en cuando un amplio grupo internacional de judíos, de diferentes sectores del campo, se reunía y cantaba cada uno en su idioma. Para estos reclusos judíos, sólo la esperanza por el fin del Tercer Reich
fortalece nuestra resistencia. Y cualquiera que quiera saber de qué forma se manifiesta debe ir a la barraca 12 los domingos por la tarde, cuando los judíos albaneses, franceses y serbios son los invitados de los griegos y cantan. Luego hay emoción y vida en el grupo. Una canción de la libertad. El ritmo se acompaña con palmas y estampidos fuertes con los pies... la canción surge y se siente plena vitalidad. El poder tenaz del pueblo judío se abre paso. Se cantan canciones en francés, griego, serbio y en ruso; la mayoría son incomprensibles pero todos conocen su significado: 'Il faut se tenir' (No nos van a vencer). Luego, al final, se canta el himno nacional griego, y después... el Hatikva, en hebreo.
La judía alemana Zielinger incluyó algunos fragmentos de su agenda personal sobre compañeros internados en otras barracas:
Un violinista húngaro interpretó canciones de Sarasate y luego canciones vienesas. Una mujer holandesa cantó 'Aleluya' y 'Bohème' y un artista masculino también cantó 'Bohème'. Estas interpretaciones tenían lugar en barracas sucias con la elite del campo que, en alguna época (y con la ropa adecuada), fue público de Mengelberg o Furtwängler. Exiliados quebrados y hambrientos que por suerte son capaces de disfrutar del momento y, por otro lado, seres humanos que llevan consigo sus violines a su deportación.
La prisionera holandesa Clara Asscher-Pinkhof describió la importancia que tenía para ella y sus compañeros de encierro el simple tarareo de temas de Mozart y otros compositores que querían. Otro ex recluso, Albert Joachimsthal, recordó a un niño holandés de cinco años que había llegado con sus padres a principios de 1944 y que tocaba la armónica. También hay varias versiones que dan testimonio del canto informal entre grupos de amigos o paisanos, e incluso de actividades culturales clandestinas organizadas para niños. Si bien estaba prohibido, Clara Asscher-Pinkhof organizó un programa de educación informal para niños. Aparte de las lecciones tradicionales, escribió canciones para una temprana clase de baile matutina. En particular, los niños y los jóvenes recordaron la importancia de la música; en sus memorias, no mencionan ninguna otra forma de arte con tanta frecuencia.
Como sucedía en la mayoría de los otros campos de concentración nazis, en Bergen-Belsen la música también se utilizaba para servir a los propósitos de las SS. Josef Kramer, ex comandante de Birkenau, tomó el control de Bergen-Belsen en diciembre de 1944. Apenas unos meses antes, en octubre de 1944, la orquesta de mujeres de Birkenau había sido enviada a Bergen-Belsen. Desde la llegada de Kramer hasta la liberación del campo en la primavera de 1945, el comandante le ordenó a dos artistas de música (la violinista húngara Lily Mathé y la acordeonista holandesa Fiora Schrijver) que interpretaran en eventos privados en su casa. Se vieron obligadas a ofrecer "entretenimiento ligero" y a cambio recibían comida adicional o cigarrillos.
A medida que las fuerzas aliadas avanzaban hacia Alemania a fines de 1944 y principios de 1945, Bergen-Belsen se convirtió en un campo de colección de miles de prisioneros evacuados de los campos cercanos al frente; muchos de ellos, sobrevivientes de las marchas de la muerte. Durante los últimos días del campo, los prisioneros eran obligados a arrastrar miles de cadáveres hacia fosas comunes desde la mañana bien temprano hasta la noche tarde. Dos bandas de prisioneros acompañaban esta tarea y tocaban según las órdenes de Kramer. Un ex recluso recordaba la confusión de emociones que experimentaban por aquellos días:
Coexistir con la más profunda miseria era una esperanza nueva. Dos bandas tocaban música durante todo el día mientras dos mil hombres arrastraban cadáveres hacia las fosas. Siempre hubo violines y guitarras en el campo y los gitanos solían practicar muchas veces fragmentos de música por la noche, pero en los últimos días había una banda completa. Las SS los incentivaban dándoles cigarrillos para que tocaran al aire libre desde el amanecer hasta el anochecer. Los cadáveres se sacudían sobre las piedras y los hombres de las SS y los kapos les daban garrotazos y latigazos a los tambaleantes prisioneros al compás de las melodías de Lehar y Johann Strauss.
El 15 de abril de 1945, las fuerzas británicas liberaron Bergen-Belsen. Cuando se acercaron al campo, algunas mujeres francesas comenzaron a interpretar “La Marsellesa”. Ni bien el campo fue oficialmente liberado, un grupo de prisioneros trajo un tocadiscos y un piano de una ciudad cercana y organizó un programa cultural improvisado. En un servicio judío de shabat, los reclusos judíos sobrevivientes hicieron una interpretación emotiva del himno "Hatikva” (Esperanza).
Después de evacuar el campo, las fuerzas británicas lo quemaron para evitar la propagación de tifus. Luego de la liberación, se estableció un campo de refugiados cerca del campo original, que se convertiría en el mayor campo de este estilo en Alemania, y la vida allí terminó siendo un modelo para los campos de refugiados. Se conformó un departamento cultural en septiembre de 1945, que organizaba las actividades de dos grupos de teatro. La primera actuación se llevó a cabo ese mes de septiembre e incluyó una serie de sketches cortos. Había habido actividades informales antes, en particular en el ámbito de la educación y cuidado de los niños. Debido al gran auge de matrimonios y nacimientos, la población infantil del campo creció rápidamente y los niños eran la prioridad para la comunidad judía. Como sucedía en otros campos de refugiados judíos, el sistema escolar era fuerte e incluía jardín de infantes, escuela secundaria y varias escuelas religiosas y organizaciones sionistas. También había amplios programas de formación profesional.
Una vez que el campo fue oficial para reclusos judíos solamente, fue organizado por el Comité Judío Central en Bergen-Belsen. Este comité representaba a todos los judíos de todos los campos de refugiados, como así también a la comunidad judía alemana de la zona británica. Además de producir el primer periódico judío de la Alemania de la posguerra, una de sus primeras acciones tuvo que ver con la publicación de un cancionero en 1946 titulado “El campo de concentración y las canciones del gueto”. El editor, actor y músico Zami Feder reconoció la importancia de la música en la historia del Holocausto, y escribió en su introducción de la colección:
Mientras todavía estaba en los campos de concentración, comencé a reunir canciones del campo y del gueto de poetas conocidos y desconocidos... Después de la liberación retomé la misma tarea. Preparé un folleto de algunas de las canciones... que le permitirá a los historiadores del futuro ilustrar este período trágico de nuestras vidas. Ese folleto probará y recordará que alguien logró escribir y cantar bajo dichas circunstancias.
Bergen-Belsen fue también una parada frecuente para los actores y músicos de gira por la Alemania de la posguerra, y varios artistas de Europa y los Estados Unidos presentaban espectáculos a teatro lleno. En junio de 1946, la orquesta sinfónica de Hanóver llevó cincuenta y cinco miembros para tocar frente a una multitud de más de mil personas. Herman Yablokoff, un judío polaco que había emigrado hacia los Estados Unidos en 1924, dio varios conciertos en agosto de ese año. Con una audiencia compuesta por una gran cantidad de judíos polacos, cantó canciones populares en idish y también canciones y poemas de los guetos. El 10 de julio de 1950, los últimos refugiados abandonaron Bergen-Belsen y el campo finalmente cerró sus puertas. El puñado de sobrevivientes que todavía no tenían un lugar donde ir fueron enviados a otros campos de Alemania, donde algunos tuvieron que esperar hasta un año para obtener el papeleo o la ayuda financiera necesarios para salir. Finalmente, en agosto de 1951, el último sobreviviente de Bergen-Belsen encontró un hogar.
Referencias
Fackler, G., 2000. "Des Lagers Stimme"– Musik im KZ. Alltag und Häftlingskultur in den Konzentrationslagern 1933 bis 1936, Bremen: Temmen.
Königseder, A. & Wetzel, J., 2001. Waiting for Hope: Jewish Displaced Persons in Post-World War II Germany, Evanston, Illinois: Northwestern University Press.
Lasker-Wallfisch, A., 1996. Inherit the Truth 1939-1945, London: Giles de la Mare.
Rahe, T., 1993. Kulturelle Aktivitäten Jüdischer Häftlinge im Konzentrationslager Bergen-Belsen. Menora: Jahrbuch für Deutsch-Jüdische Geschichte, 111-141.
Rahe, T., 1994. Kultur im KZ: Musik, Literatur und Kunst in Bergen-Belsen. In C. Füllberg-Stolberg et al., eds. Frauen in Konzentrationslagern: Bergen-Belsen Ravensbrück. Bremen: Edition Temmen, pp. 193-206.
Reilly, J. et al. eds., Belsen in History and Memory, London: Frank Cass.
Diary of Zielinger, 9.10.1944. (Wiener Library P.III.h. [Bergen-Belsen] No 1118)