La música desempeñaba un papel crucial en el tejido social del campo. Una de las primeras experiencias musicales en el campo fue la de un prisionero de guerra ruso con un acordeón, que tocaba repetidamente la canción "Katyusha" (de Matvey Blanter). Este simple acto de hacer música dejó entrever la importancia que la música llegaría a tener en las vidas de los residentes del campo.
La naturaleza internacional del campo llevó al desarrollo de un alemán pidgin de DP único. Surgió un himno no oficial, con la melodía de "Lili Marleen," con una letra que reflejaba las circunstancias de los residentes:
Hoy no trabajaremos
La máquina se ha ido al infierno
Mañana dormiremos todos
Muy bien.
Un acontecimiento importante en la vida musical del campo se produjo cuando una trabajadora social estadounidense, la Srta. Leighton, propuso formar una sociedad orquestal. Recopiló nombres de músicos del campo y llegó con un jeep lleno de instrumentos. Sin embargo, esta iniciativa reveló las profundas cicatrices emocionales que arrastraban muchos supervivientes. Por ejemplo, Lantosh, un brillante violinista húngaro, se negó a tocar. Su reticencia provenía de una experiencia traumática en Auschwitz, donde había sido obligado a unirse a la orquesta del campo, sustituyendo a otro violinista al que nunca más se volvió a ver.
A pesar de estas dificultades, las actividades musicales y culturales florecieron en el campo. Las películas y los actos de variedades se hicieron muy populares. Los grupos de gira, incluida la Orquesta de Glenn Miller, interpretaban melodías de jazz americano que gustaban tanto a los jóvenes alemanes como a los desplazados. La película "In the Mood" era especialmente popular entre los residentes del campo.
El paisaje musical del campo reflejaba los diversos orígenes de sus habitantes. Los residentes polacos, por ejemplo, traían consigo una rica tradición musical que hablaba de su larga historia de exilio y lucha por la libertad. Su repertorio incluía su himno nacional (compuesto en Italia), las mazurcas de Chopin y canciones contemporáneas como "Las amapolas rojas de Montecassino".
A medida que pasaba el tiempo y llegaban más judíos de Europa del Este a finales de 1945 y 1946, el ambiente musical del campo evolucionó. La radio empezó a emitir menos música de marcha y más óperas vienesas y melodías americanas. Las obras de Mendelssohn, prohibidas anteriormente por los nazis, volvieron a escucharse. Los jóvenes del campo empezaron a cantar canciones de "La ópera de los tres centavos."
El campo de refugiados de Feldafing no sólo era conocido por su vida musical, sino que también se ganó la reputación de ser un centro de moda entre los campos de refugiados, gracias a la presencia de sastres expertos de Budapest y Lodz.
La historia de la actividad musical en el campo de personas desplazadas de Feldafing ilustra cómo la música sirvió como medio de expresión cultural, fuente de consuelo y forma de reconstruir la comunidad tras el trauma.
Fuentes
Schochet, Simon Feldafing, 1983. November House
USHMM Image Archive, Item pa1053788 biografías de Leyb Fingerhut y Chana Warszawska